miércoles, 22 de agosto de 2012

Damián



Hoy eres un roble, pequeña rama quebradiza
que cayó sobre mis manos
una mañana de octubre.
Hoy eres piel dorada, cabello suave,
y rizos salvajes.
Hoy eres  el indómito caballo que trota sobre las lomas
y moja sus patas en las aguas espumosas de los ríos.
La misma sonrisa que parece no querer
dibujarse y se dibuja
Los mismos ojos de miel fijos en un punto
adivinando la lógica 
de una araña en el aire.
Buscando el fin de los círculos, el misterio del horizonte
y de los fondos marinos,
La helada luz de las estrellas,
el origen y la agonía de lo que respira,
afuera, qué será,
demasiado grande,
demasiado hermoso,
demasiado lejano.
Preguntando, insaciable, por las cosas finitas
esas que sí entiendes y que sin embargo duelen tanto.
Preguntando, siempre, apoyado en el quicio de la puerta,
mirando desde abajo
a esa sombra que te protege
y que has descubierto   frágil.
 Esa figura de porcelana
que se puede romper.
- Te vas a morir un día?
Ojos abiertos como lunas manos de cachorro,
labios que tiemblan
ocultando una lágrima.

Jamás, te lo prometo. Tantas veces,
he sentido que estoy viva solo porque tengo
que cumplirte  mi palabra;
porque este pájaro de plumas lustrosas
y hermosas alas que ya vuela libre,
es el polluelo que cayó sobre mis brazos
sin esperarlo
una mañana de octubre.

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