Aquí no se juega a pares,
mi dulce criatura.
Estás entrando en tierras
de diosas;
y Venus no regala
manzanas de oro
a sus humildes vasallos.
Aquí no hay batalla
de cuerpos
ni de salivas
ni de manos
ni de grutas
Estás en mi templo
donde deciden
las leyes de las estrellas
y los latidos de la noche
más oscura
Aquí se entra desnudo,
de rodillas,
inerme y agradecido
al pie de mármol
que lamerá
tu lengua de fuego.
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